Por: Diana Navarro
Desde siempre y en cualquiera que sea la cultura o contexto, el vocabulario ha sido modificado. Las jergas son diariamente utilizadas por muchas personas, así desde que uno abre los ojos en la mañana, empieza a encontrarse con palabras que si bien muchas veces no son apropiadas y agreden el lenguaje, son de nuestro vocablo usual y negarlo no tendría sentido.
Para demostrar la magnitud y alto grado de usabilidad de las palabras que culturalmente han ido surgiendo a lo largo de la historia y que sin poseer ningún significado son comprendidas por un gran porcentaje de personas, Podría poner una circunstancia muy particular y cotidiana: un viaje en Transmilenio hacia cualquiera que sea el destino.
Aun el cielo no está del todo despejado, la gente va de un lado para otro con rostros al parecer angustiosos, el reloj se hace entonces el peor enemigo, sin embargo el mejor aliado para incrementar el estrés. -Ush señor no sea vaca, respete- dice una señora en tono fuerte, -entonces usted no sea tan tortuga y súbase rápido- responde la vaca a la tortuga.
Entre empujones y malos olores, la puerta se cierra y nuestras mejillas parecen adorar el vidrio, nunca falta la persona que alega y alega todo el camino: –¡esto no es transmilenio si no una lata de sardinas!- al tiempo un joven le dice: -cuidado mi pez córrase un poquito deje de azarar tanto- el señor que nos comparo con sardinas, no se aguanta ni un cólico y empieza el carnaval de groserías; el joven que aparentemente no quiere buscar líos se aleja un poco, a pesar del reducido espacio- vengase no sea gallina ¿se le hizo así? dice el señor panzón y hace un ligero movimiento con una de sus manos. A lo lejos suena un grito: ¡cállense parecen loros mojados! A lo que el señor responde: -¡usted no sean tan sapo!- Mejor dicho el arca de Noé nos quedo en pañales…
Para demostrar la magnitud y alto grado de usabilidad de las palabras que culturalmente han ido surgiendo a lo largo de la historia y que sin poseer ningún significado son comprendidas por un gran porcentaje de personas, Podría poner una circunstancia muy particular y cotidiana: un viaje en Transmilenio hacia cualquiera que sea el destino.
Aun el cielo no está del todo despejado, la gente va de un lado para otro con rostros al parecer angustiosos, el reloj se hace entonces el peor enemigo, sin embargo el mejor aliado para incrementar el estrés. -Ush señor no sea vaca, respete- dice una señora en tono fuerte, -entonces usted no sea tan tortuga y súbase rápido- responde la vaca a la tortuga.
Entre empujones y malos olores, la puerta se cierra y nuestras mejillas parecen adorar el vidrio, nunca falta la persona que alega y alega todo el camino: –¡esto no es transmilenio si no una lata de sardinas!- al tiempo un joven le dice: -cuidado mi pez córrase un poquito deje de azarar tanto- el señor que nos comparo con sardinas, no se aguanta ni un cólico y empieza el carnaval de groserías; el joven que aparentemente no quiere buscar líos se aleja un poco, a pesar del reducido espacio- vengase no sea gallina ¿se le hizo así? dice el señor panzón y hace un ligero movimiento con una de sus manos. A lo lejos suena un grito: ¡cállense parecen loros mojados! A lo que el señor responde: -¡usted no sean tan sapo!- Mejor dicho el arca de Noé nos quedo en pañales…
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